En la misma tierra,
la tierra que me vio nacer,
la que ya no me quiere,
y a la que tanto le dí;
pues nunca escatimé tiempo,
ni dinero, ni esfuerzo, para ayudarla,
ni tampoco me sobraron elogios,
ni lisonjas, ni poemas,
para publicitar la, cultivarla,
abonarla, reseñarla, y dibujarla,
pintándola como un paraíso tropical.
Pero bueno, dicen que nadie es
profeta en su tierra, ni siquiera yo.
Y esa es mi triste y real Historia.
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