¡Oh abogada y patrona nuestra, María! Oh pastora de los bienaventurados, que como justas ovejas gozan en el cielo, dichosa vuestra soberana presencia, porque cuando vieron siguieron vuestros pasos con la virtud de la claridad. Obrad en mi la singular maravilla, que aborreciendo el odio y la envidia, arda en mi pecho y en mi alma la virtud de la caridad con mis prójimos, para ser digna oveja de vuestra dichosa grey, como lo son en el cielo todos los bienaventurados.
Oh señora, ciertamente sois la Abigail generosa; pues si esta con sus dones y gracias aplacó al Rey David,. vos con vuestras gracias y ruegos aplacasteis al celestial David, para que las almas justas fuesen todas de su grey, siendo después predestinadas a la celestial gloria.
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